Recordaba en estos días una historia que escuché hace muchos años. Cierta vez hubo un concurso de cuadros y el tema que los artistas debían representar era “La paz”.
Hubo obras magistrales, unas más hermosas que otros. Aunque todas sobre el mismo tema, los cuadros eran muy diferentes los unos de los otros. El 3º premio lo ganó un bellísimo cuadro sobre un atardecer en el campo. El 2º premio lo obtuvo el paisaje de un lago sereno donde todo era absoluta quietud. Extrañamente, le otorgaron el 1º premio al que pintó un mar embravecido, tempestad, lluvia, relámpagos y la furia de las olas rompiendo contra las rocas.
Parecía una contradicción con el tema propuesto. Sin embargo, al mirarlo más de cerca se podía observar entre las rocas un nido, y en él, un ave marina con sus pichones, en una completa tranquilidad.
En estos días de tormenta mundial y de incertidumbre, vienen a mi mente dos cosas. Primero, las maravillosas palabras de Jesús:
“La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo” (Juan 14.27).
“Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo” (Juan 16.33).
Y en segundo lugar, una antigua canción, que dice:
Aunque ruja la tormenta,
de mi vida en derredor;
al amparo de la Roca salvo estoy;
si la tempestad aumenta,
no tendré ningún temor,
al amparo de la Roca salvo estoy.
Al amparo de la Roca salvo estoy,
al amparo de la Roca salvo estoy;
si conmigo está el Señor
no tendré ningún temor;
al amparo de la Roca salvo estoy.
La paz del Señor sea contigo.







