Nuestro encuentro anual de la Apostolic Fellowship Internacional este año volvió a ser presencial. Nos reunimos en Lisboa, Portugal, el 18 y 19 de mayo.

Uno de los oradores fue João Martins, pastor de una de las congregaciones más dinámicas de Lisboa, llamada La Casa de la Ciudad. Además, Martins es psicólogo. Un hombre con una gracia y una sensibilidad muy especial. Su iglesia en estos meses está hospedando en casas de familias a 72 familias completas de refugiados de Ucrania. Uno de los puntos más destacados de su participación fue cuando en una mesa redonda alguien le preguntó: “¿Cuál debe ser la estrategia de la iglesia en su acercamiento a esta sociedad tan sufrida después de los difíciles años de la pandemia?”.

Su inspirada respuesta nos impactó. Resumo su respuesta.

La iglesia debe ser una red sin roturas. Cuando Jesús llamó a Simón y a Andrés, ellos estaban “echando la red en el mar”. Luego llamó a Jacobo y a Juan, quienes con su padre estaban “remendando sus redes” (Mateo 4.18-22). Si como iglesia vamos a ser pescadores de hombres, es muy importante remendar las redes, pues de otro modo los peces se escaparán por los agujeros de la red.

En la primera pesca milagros, Jesús le dijo a Pedro: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar… Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía” (Lucas 5.1-6).

En Mateo 13.47 Jesús dice que “el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge gran cantidad de peces”.

En la segunda pesca milagrosa (Juan 21), es interesante observar lo que dice el texto bíblico: “Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió”.

Para mí, sigue diciendo Martins, este es un acto profético de lo que luego sucedió el día de Pentecostés con la conversión de miles de personas a los cuales los 120 pudieron contener. La red no se rompió.

Me he preguntado, ¿qué estuvo haciendo Jesús durante esos 40 días entre su resurrección y su ascensión?

Estuvo remendando la red. Sus discípulos estaban confundido, llenos de miedo, escondidos, dudando, incrédulos, desconcertados, frustrados. Jesús los fue a buscar, reiteradas veces. Restauró la fe de ellos, el ánimo, el llamado, los puso de nuevo en funciones, y les pidió que estuvieran juntos, que esperaran la promesa del Padre. Jesús se dedicó a remendar la red que era el grupo de sus discípulos.

Hoy nosotros necesitamos lo mismo. Es muy importante que seamos una red sin agujeros, sin roturas. Una red de comunión, de amor, de unidad, de generosidad, de servicio. Necesitamos ser una comunidad de contención para los que sufren, para los deprimidos y angustiados; para los que están con temores, con dudas y sin esperanza. Que al llegar a nosotros sientan que lo amamos, que se sientan contenidos, que encuentren paz, esperanza, amor y seguridad…

Y no se irán más.