La misericordia fue una de las características más notables del ministerio de Cristo. Él tuvo misericordia de los pobres, de todos los que sufrían. Los recibió. Atendió sus necesidades. Hizo milagros en su favor.
Jesús era compasivo y misericordioso. Un ejemplo maravilloso para nosotros. Y en una de las bienaventuranzas de las que expresó en el Sermón del Monte dijo esto: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5.7).
Muchas veces nosotros procuramos alcanzar misericordia, tanto de Dios como de nuestros semejantes. Pero diariamente no nos planteamos la necesidad de ser nosotros mismos misericordiosos con los demás. Con todos los que nos rodean. Sean buenos y misericordiosos o no.
El Señor no nos mostró misericordia porque fuéramos dignos de ella, sino por su gran amor y deseo de rescatarnos. Y nos encomienda hoy a nosotros mostrar esa misericordia hacia los demás para ser como él, que es nuestro ejemplo. Porque en la medida en que seamos misericordiosos, alcanzaremos también su misericordia.