Micromensajes de fe
Crece la incertidumbre. Crece la angustia, el temor. Es un futuro abierto, lleno de interrogantes. ¿Cuándo se acabará esta pesadilla, esta pandemia? ¿Quiénes serán los próximos contagiados? ¿A quiénes se llevará?
A veces la sentimos lejos. Otras veces, cerca. Especialmente cuando algún familiar, o alguno que conocemos es contagiado. Todos coinciden en que lo peor está por venir.
Ya no nos sentimos invulnerables como hasta hace poco. Somos más conscientes de nuestra fragilidad, de nuestra finitud. Tenemos ganas de orar, aunque no lo hayamos hecho antes. Necesitamos creer. Acudir a alguien mayor, a alguien confiable. Y pedir ayuda, protección, paz.
Crece en nosotros la sensación de que como sociedad algo hemos hecho mal, aún en lo personal. Ojalá que todo esto nos sirva para mejorar, para cambiar.
Solo necesitamos un poco de humildad. Dejar la arrogancia, arrodillarnos ante nuestro Creador, y hablarle. Con nuestras propias palabras. Como un niño. ¿Por dónde comenzar? ¿Qué decir?Es fácil. Dios lo ha hecho fácil. Decile simplemente: Gracias. Gracias, Dios, porque estás ahí. Gracias porque me escuchás. Alguna vez escuché decir que me amabas. Si es así, te doy gracias. Es extraño, pero ahora te siento cerca. Gracias por tu Hijo Jesús. Quiero conocerlo. Quiero creer en él. Ayúdame, Señor…
Lo importante es que ahora le sigas hablando con tus propias palabras. Las que nazcan de tu corazón. Esta puede ser tu primera experiencia con Dios. Sencilla, pero valiosa. Dios te bendecirá.
Jesús dijo: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí encuentren paz. En este mundo van a sufrir, pero anímense, yo he vencido al mundo”.(Evangelio de San Juan 16.33 – NBV).







