El Señor Jesús, hablando del fin de los tiempos, advirtió que una de las características será la abundancia de falsos profetas. ¿Hay abundancia de falsos profetas hoy? ¿Cómo distinguirlos?
Jesús dijo: “Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el cristo, y engañarán a muchos” (Marcos 13.5-6).
Hago dos aclaraciones: (1) En el texto griego del Nuevo Testamento no hay mayúsculas y minúsculas. (2) La palabra “cristo” quiere decir “ungido”. Si alguien viniera diciendo: Yo soy Jesucristo, pocos le van a creer. Pero si alguien dijera: “Yo soy el ungido”, y hace señales y milagros, puede engañar a muchos.
Aún es más claro en las siguientes palabras de Jesús: “Si alguno os dijere: Mirad, aquí está el ungido (cristo): o, mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos ungidos (cristos) y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos. Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes” (Marcos 13.21-23).
Un sector del pueblo evangélico simplifica el asunto diciendo que después del primer siglo no hay más apóstoles ni profetas, que solo hay evangelistas, pastores y maestros. Pero, según el Nuevo Testamento, todos los dones del Espíritu, señalados en Marcos 16 y en 1 Corintos 12, y todos los ministerios de Efesios 4, están vigentes hasta que el cuerpo de Cristo se complete.
Pero debemos discernir entre los falsos y los verdaderos. Ya sean profetas, apóstoles o maestros.
Lo primero que debemos afirmar es que la iglesia de todos los siglos está edificada sobre el fundamento establecido por los apóstoles y profetas del primer siglo. Ese fundamento consiste en la doctrina (didaké) que Jesús transmitió a los doce apóstoles en forma personal y directa (Juan 7.16-18; 14.10, 24; 17.8). Jesús resucitado ordenó a los apóstoles a hacer discípulos a todas las naciones, hasta el fin del mundo, bautizándoles y enseñándoles a guardar todas las cosas que él les había mandado (Mateo 28.19.20).
También en sus días finales les dijo que él se iba al Padre, y que aún tenía muchas cosas que decirles, pero que ellos no lo podían sobrellevar (Juan 16.12). Pero que les enviaría al Espíritu de verdad, y que el Espíritu les revelaría TODA LA VERDAD. Y agregó: “El me glorificará; tomará de lo, y os lo hará saber” (Juan 16.13-14). Y así fue.
Los doce, junto con otros apóstoles y profetas que Jesucristo glorificado levantó en el primer siglo (Efesios 4.11), fueron los receptores de la revelación del misterio de Cristo y de la iglesia (Efesios 3.3-5). La proclamación de esa revelación en griego es Kerigma. Traducida al español por predicación (1 Corintios 1.21; 2.4: Romanos 16.25).
Ellos establecieron, como ya dijimos, el fundamento de la iglesia para todos los siglos. Pablo declara enfáticamente que “nadie puede establecer otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”(1 Corintios 3.11). Y aún más en Gálatas 1.8, declara: “Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”.
La iglesia de todos los siglos debe ser edificada sobre el fundamento establecido por los apóstoles. Ese fundamento es único y no se puede cambiar.
Lo que una vez fue revelado por Cristo y por el Espíritu Santo a los apóstoles del primer siglo no admite ningún tipo de modificaciones, disminuciones o agregados. Es la palabra de Dios y constituye el fundamento permanente e inmutable de nuestra fe.
¿Hay profetas hoy? ¿Hay apóstoles? Ya hemos dicho que sí. Todos los ministerios están vigentes hasta la segunda venida de Cristo.
Y ¿cómo distinguir los falsos de los verdaderos? Podemos hacernos algunas preguntas que nos ayuden a clarificarlo:
a) ¿Tiene fidelidad a la palabra de Dios? ¿Predica fielmente la doctrina de Cristo y de los apóstoles registrada en las páginas del Nuevo Testamento? Toda revelación o profecía debe ser juzgada a la luz de la revelación dada una vez y para siempre a los apóstoles y profetas del primer siglo. Nunca puede haber una enseñanza o supuesta profecía que contradiga a la palabra de Dios registrada en las Sagradas Escrituras.
b) ¿Tiene una vida recta y en orden con la voluntad de Dios? Generalmente los que introducen falsas enseñanzas suelen tener vidas irregulares en el área sexual, presentan un desmedido amor al dinero, tienen ambiciones personales, ejercen autoritarismo. (2 Pedro 2.1-3).
c) ¿Está sujeto al cuerpo de Cristo y a otros ministerios del mismo nivel? Toda profecía o inspiración recibida debe ser juzgada por personas de un buen nivel espiritual (1 Corintios 14.29-32). Siempre debemos tener en cuenta el principio de la pluralidad. Jesús estableció 12 apóstoles, no uno solo. Los doce se sujetaban unos a otros. En Antioquía había profetas y maestros; eran cinco (Hechos 13.1-3). Todos debemos estar bajo autoridad.
d) Las profecías deben ser claras. Para confirmarlas, en algunos casos, debemos esperar. Si no se cumplen, es porque no eran de Dios. Dios no es Dios de confusión sino de paz (1 Corintios 14.33).
e) La mayoría de las profecías del A.T. eran condenatorias. Según Pablo, las profecías del N.T. son para edificación, exhortación y consolación. (1 Corintios 14.3).







