Micromensajes de Fe
Actualmente existen en el mundo cerca de 200 países o naciones. Cada uno con sus características. Pero todos tienen algo en común: no hay ninguna nación que no tenga un gobierno, una autoridad. Lo contrario sería una anarquía. La palabra anarquía significa sin gobierno.
Los gobiernos pueden ser calificados como buenos o malos, justos o injustos, honestos o corruptos; o una mezcla de ambas cosas. Pero son gobiernos al fin. Un país sin un gobierno sería un caos. La convivencia social se volvería imposible.
En el orden moral y espiritual sucede lo mismo. Si cada uno vive como quiere, hace lo que le da la gana, hay un caos moral tanto en las personas como en las familias, y en la sociedad. Sería una anarquía moral.
Siempre necesitamos una autoridad moral y espiritual sobre nosotros para poder vivir en paz con nosotros mismos y con nuestros semejantes. Y, legítimamente, ¿quién debería ser nuestro gobernante? ¿Quién otro podría ser sino Dios?
Cuando el Hijo de Dios, Jesucristo, vino al mundo, su mensaje en todas partes fue: “El reino de Dios se ha acercado, arrepiéntanse y crean en esta buena noticia”. El reino de Dios es justamente el gobierno de Dios.
La gente en esos días, aunque era religiosa, vivía como le daba la gana. Tal como sucede hoy. La inmensa mayoría, aunque dice creer en Dios, sin embargo miente, insulta, ofende, tiene relaciones sexuales fuera del matrimonio, no trata bien a su esposa o le falta el respeto a su marido. Es egoísta, avaro, injusto, soberbio, peleador, ambicioso. Y si continuamos, la lista resultaría muy larga.
Pero lo que importa no es la mayoría sino tu vida. ¿Cómo está tu vida? ¿Cómo es tu conducta en casa y en la sociedad? ¿Vivís según la voluntad de Dios, o como vos querés?
Todos hemos fallado. Todos somos pecadores. Todos necesitamos el perdón de Dios. Pero para eso debemos tener un verdadero arrepentimiento; un cambio.
¿Cómo se produce ese cambio?
Cuando con fe le pedimos a Jesucristo que venga a gobernar nuestra vida. Cuando le decimos de todo corazón: “Señor, vení a gobernar mi vida. Renuncio a vivir como yo quiero. Perdoná mis pecados. Yo te acepto como mi Señor. Amén.







