Alabemos a Cristo a la luz de la palabra revelada en Colosenses 1.15-28 (RVC)
Hay una costumbre entre los evangélicos de orar con los ojos cerrados. No hay ningún mandato bíblico al respecto, simplemente es una tradición. No digo bueno ni malo. A veces puede resultar útil para no distraernos con lo que vemos, pero otras veces no. Yo acostumbro a orar por medio de la Palabra, con la Biblia abierta y los ojos abiertos. Esto me ayuda mucho en mi oración personal.
Esta vez te invito a orar con los ojos abiertos para poder leer esta oración. Es una leve adaptación del texto bíblico para dirigirnos directamente a Jesús, y hacerlo en primera persona plural como nos enseñó Jesús.
15 Oh, Señor Jesucristo, tú eres la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación.
16 En ti fue creado todo lo que hay en los cielos y en la tierra, todo lo visible y lo invisible; tronos, poderes, principados, o autoridades, todo fue creado por medio de ti y para ti.
17 Tú existías antes de todas las cosas, y por ti se mantiene todo en orden.
18 Tú eres la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Tú eres el principio, el primogénito de entre los muertos, para tener la preeminencia en todo,
19 porque al Padre le agradó que en ti habitara toda plenitud,
20 y por medio de ti reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de tu cruz.
21 Y también a nosotros, que en otro tiempo éramos extranjeros y enemigos, tanto en nuestros pensamientos como en nuestras acciones, ahora nos has reconciliado completamente
22 en tu cuerpo físico, por medio de la muerte, para presentarnos a ti mismo santos, sin mancha e irreprensibles,
23 siempre y cuando en verdad permanezcamos cimentados y firmes en la fe, inamovibles en la esperanza del evangelio que hemos recibido, el cual se predica en toda la creación debajo del cielo; del cual nosotros, hemos llegado a ser ministros.
24 Ahora nos alegramos de lo que sufrimos por otros, y completamos en nuestro cuerpo lo que falta, oh Cristo, de tus sufrimientos por la iglesia, que es tu cuerpo;
25 de la cual llegamos a ser ministros, según el plan que Dios nos encomendó para el bien de otros, de anunciar cabalmente la palabra de Dios,
26 el misterio que había estado oculto desde los tiempos antiguos, pero que ahora nos ha sido manifestado a nosotros, sus santos,
27 Dios nos quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los no judíos [entre las naciones], y que eres tú, oh Cristo en nosotros, la esperanza de gloria.
28 Nosotros te anunciamos a ti, Cristo, y amonestamos y enseñamos a todo el mundo en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en ti, oh Cristo Jesús, a todas las personas.
29 Con este fin, trabajamos y luchamos con todas nuestras fuerzas y con el poder que actúa en nosotros.
Te animo a volver a hacer esta oración en voz alta (y aun varias veces), y con el debido énfasis en cada frase, permitiendo que el Espíritu Santo inflame tu interior con esta revelación de la persona de Cristo.