La humanidad estaba separada de Dios por causa del pecado. El pecado era una barrera entre Dios y los hombres. Juan el Bautista, presenta a Jesús como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1.29). Ese Cordero ya fue inmolado. Su muerte en la cruz y su sangre derramada hicieron expiación por el pecado de toda la humanidad. Por eso Jesús desde la cruz gritó: ¡Consumado es!
¡El Cordero de Dios ya quitó el pecado del mundo!
Pablo, en 2 Corintios 5.19, proclama: “… Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados …”. Por esa razón el Espíritu pudo ser derramado sobre toda la humanidad.
Dios había dicho por medio de Joel: “En los postreros días, derramaré mi Espíritu sobre toda carne” (Joel 2.28). Pedro, el día de Pentecostés, explica a la multitud: “Esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…” (Hechos 2.16-17).
Y la palabra no puede fallar. El día de Pentecostés, Dios cumplió su promesa y ¡derramó su Espíritu sobre toda carne!
Entonces ¿qué es lo que está faltando para que suceda el gran avivamiento que esperamos en todas las naciones? ¿Falta algo? Sí, falta algo. Algo simple pero indispensable.
LA ACCIÓN CONJUNTA DEL ESPÍRITU Y LA PALABRA
Quiero explicarlo con Génesis 1.1-3.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”.
Sin entrar en los detalles de este texto sagrado de los orígenes del universo, podemos observar en este testimonio, tres etapas.
- (V.1) Dios crea los cielos y la tierra.
- (V.2) La tierra estaba desordenada y vacía. ¿Por qué estaba así? El texto no lo dice. Algunos interpretan que fue cuando Lucifer se rebeló contra Dios, y Dios lo echó a él y a sus secuaces del cielo. ¿Cuánto tiempo estuvo así la tierra desordenada y vacía? Tampoco lo dice. Lo que sí dice, es que en ese segundo período el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Puede haber estado así por siglos… hasta que algo sucedió.
- (1.3) Y dijo Dios: Sea la luz; y fue hecha”.
Esto nos revela que, aunque el Espíritu de Dios estaba sobre la superficie de las aguas, y se movía; sin embrago, no pasaba nada. Quizás por siglos o milenios. No lo sabemos. Pero, en cuanto Dios soltó la palabra, por la acción conjunta del Espíritu y la Palabra, sucedió lo que fue ordenado: La luz fue hecha.
Queridos hermanos y hermanas. Es muy importante que sepamos y creamos que desde el día de Pentecostés el Espíritu de Dios ha sido derramado sobre toda carne. Toda carne significa sobre todas las personas de todas las naciones. Sean judíos o gentiles. Musulmanes o budistas, paganos o cristianos, africanos o europeos. El Espíritu ha sido derramado sobre todas las naciones, pueblos, razas, lenguas y tribus.
Pero, en la mayoría de los lugares nada sucede. Aunque el Espíritu haya sido derramado sobre toda carne sigue reinando el caos, el desorden. La tierra está “desordenada y vacía”. Hay desorden y vacío en los corazones, en las familias, en las naciones. Siguen reinando las tinieblas.
¿Por qué? ¿Qué está faltando? La Palabra.
En cuanto soltemos la palabra, y dónde la soltemos, por la acción conjunta del Espíritu y la Palabra, comienzan a ocurrir conversiones, nuevos nacimientos, milagros, liberaciones, sanidades, cambios de vida. Los hogares son transformados; los pueblos abandonan sus costumbres pecaminosas; y las naciones se van llenando del conocimiento de la gloria de Dios, como las aguas cubren el mar (Habacuc 2.14).
Dios prometió e hizo su parte. Él dijo: “derramaré de mi Espíritu sobre toda carne”. Ya lo derramó. Pero inmediatamente pasa a hablar de la parte que nos toca a nosotros: “Sus hijos y sus hijas profetizarán”.
Profetizar es hablar a la gente de parte de Dios. Todos nosotros somos sus profetas. El Espíritu ha venido sobre nosotros para transformarnos en profetas de Dios en nuestro barrio, en nuestra ciudad, en nuestra nación. Y hemos sido enviados a todas las naciones del mundo.
JESÚS NOS ANTICIPÓ ACERCA DE LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN EL MUNDO
- El Espíritu dará testimonio de Jesús
Juan 15.26-27: «Pero cuando venga el Consolador, el Espíritu de verdad … él dará testimonio acerca de mí. Y ustedes también darán testimonio, porque han estado conmigo desde el principio».
De modo que son dos los que deben dar testimonio de Jesús al mundo: Los discípulos y el Espíritu. Es muy interesante observar que, durante el ministerio de Jesús, muy pocos en Jerusalén creyeron en él. En tres años de ministerio, a pesar de haber recorrido Jesús todas las ciudades y aldeas enseñando, predicando y sanando, muy pocas personas se convirtieron en discípulos de Jesús.
Pero cuando vino el Espíritu, solo el primer día se bautizaron 3000 personas en Jerusalén. ¿Cuál fue la diferencia? EL ESPÍRITU DERRAMADO SOBRE TODA CARNE.
Cuando Pedro y los once dieron testimonio proclamando que Jesús es el Señor, el Espíritu Santo, que ya estaba derramado sobre toda carne, compungió sus corazones, y dijeron: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2.37).
Tal como lo había dicho Jesús: “… cuando venga el Espíritu … él dará testimonio de mí. Y ustedes darán testimonio también…” (Juan 15.26-27). Y justamente eso es lo que sucedió en el día de Pentecostés, cuando Pedro dio testimonio de Jesús, el Espíritu derramado sobre toda carne, dio testimonio juntamente con Pedro a los corazones de esos hombres, y sin discusiones ni argumentaciones, ese mismo día 3000 personas de arrepintieron y creyeron que Jesús es el Mesías y el Señor. Ese mismo día fueron bautizados y añadidos a la iglesia. ¡Gloria a Dios!
En Hechos capítulo 3, ¿por qué ante el milagro de la curación del paralítico, 5000 personas más se convirtieron? ¿Acaso los de Jerusalén no habían visto los milagros hechos por Jesús? ¿No habían visto la curación del paralítico en el estanque de Betesda? ¿No habían visto el milagro del ciego de nacimiento que Jesús sanó? ¿No había visto u oído la resurrección de Lázaro? ¿Por qué no se convirtieron miles de personas en los días de Jesús?
¡Porque aún no había sido derramado el Espíritu sobre toda carne!
Es curioso observar que Pedro, después de Pentecostés, a pesar de haber proclamado la profecía de Joel: “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne”, con su mentalidad tradicional seguía pensando que la salvación era solo para los judíos. Cuando Dios quiso enviarlo a la casa de un militar italiano, llamado Cornelio, casi lo tuvo que obligar.
¿Qué pasó en la casa de Cornelio? Primero recordemos que el Espíritu ya había sido derramado sobre toda carne, pero no pasaba nada. Hasta que llegó Pedro.
Cuando Pedro dio testimonio de quien es Jesús, el texto dice: “Mientras Pedro todavía hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían la palabra. Y los creyentes de la circuncisión que habían venido con Pedro quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo fue derramado también sobre los gentiles”.
Hermanos, ¡Qué fácil es evangelizar así! ¡Cómo facilita la conversión de las personas el creer que el Espíritu está derramado sobre toda carne!
La única explicación del éxito de la misión evangelizadora de la iglesia en los primeros siglos es el derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne.
Las condiciones actuales del mundo son mucho más favorables que las de aquel entonces, por lo menos la de la sociedad occidental. Sí, yo sé que hoy existe mucho secularismo, agnosticismo, ideología de género. Sé muy bien que estamos viviendo en un caos moral, espiritual. La tierra hoy, igual que en Génesis 1, está desordenada y vacía; y hay muchas tinieblas sobre las naciones, pero el Espíritu ha sido derramado sobre toda carne, y eso facilita mucho nuestra misión. Sólo falta que alguien diga: “Sea la luz”.
A nosotros nos toca hacer nuestra parte: dar testimonio de Jesús, anunciar el Kerigma, con la fe, la confianza, de que el Espíritu dará testimonio al corazón de los que anhelan conocer la verdad.
Hoy debemos evangelizar con esta visión. Creer lo que la palabra de Dios declara: QUE EL ESPÍRITU HA SIDO DERRAMADO SOBRE TODA CARNE
Ahora nos toca a cada uno de nosotros.
- Entrar a una casa y decir: “Paz a esta casa”. Y si allí hubiera hijos de paz, la paz de Dios llenará esa casa.
- Nos toca decir: “Arrepiéntete y bautízate”, y los pecadores se arrepentirán y se bautizarán.
- Nos toca decir: “Cree en el Kyrios Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”, y toda la familia se convertirá.
- Nos toca a nosotros tomar a un enfermo de la mano y decirle: “En el nombre del Señor Jesús, levántate y anda”. Y el enfermo se levantará.
Queridos hermanos y hermanas, esta es la fe con la que debemos actuar. Por un lado, debemos creer que el Espíritu ya está derramado sobre toda carne. Y por el otro, dar la palabra con la seguridad que, si hay corazones abiertos a Dios, sucederá el milagro que estamos proclamando.
Es lo que el Espíritu hizo en mí y en ti cuando abrimos nuestro corazón. Lo mismo sucederá con otros. Creamos la palabra. Visualicemos al Espíritu Santo derramado sobre todas las personas. Sobre todas las casas, sobre todos los barrios, ciudades y naciones. Y con esta visión acerquémonos a los que aún no tienen a Cristo.
Mientras nosotros permanezcamos callados, todo seguirá igual: el desorden en la sociedad, el caos moral, el vacío en los corazones, y las tinieblas.
Soltemos la palabra con fe, con denuedo, con autoridad, con amor y humildad. Y al proclamar la palabra creamos que el Espíritu es quien los convencerá, les revelará a Cristo y producirá en el que recibe la palabra el milagro de una nueva creación.
Podés ver el video de esta prédica en el Canal de YouTube de Jorge Himitian







