No cabe ninguna duda de que lo que ha sucedido con el “vacunatorio VIP” en nuestro país, es un hecho repudiable por donde se lo mire.
Pero, calando más hondo, me surge esta fuerte reflexión.
¡Somos unos hipócritas! ¿Resulta que ahora nos rasgamos las vestiduras?
Salvo honrosas excepciones, el amiguismo, el favoritismo, la viveza criolla, siempre fue la modalidad del argentino. Están más expuestos los que detentan el poder, ya sea gubernamental, empresarial, sindical, político o institucional. Ya sean del oficialismo o de la oposición. En los altos niveles de gestión o en una simple organización barrial.
Resulta que ahora nos hacemos los éticos, los “santulones” para juzgar y condenar a los que aplicaron la vacuna VIP. Por supuesto que está mal, muy mal, lo que hicieron. Abusaron de sus cargos para favorecer a parientes, amigos y recomendados del poder.
Pero, ¿qué de cada uno de nosotros? ¿En muchas ocasiones no solemos actuar de la misma forma? Comprendo que hay una mayor sensibilidad con el tema de la vacuna. Pero, como dijo Jesús, el que esté sin pecado que arroje la primera piedra.
Cierta vez, hace años, tomé un taxi. No recuerdo como se inició la charla, pero el chofer comenzó a despotricar contra los gobernantes, acusándolos de corruptos y ladrones, y usando improperios irrepetibles. Ante mi silencio, me dijo: “¿Y usted qué piensa?”
Le dije: “¿Puedo hacerle una pregunta? Si quiere me la responde y sino, no. Sólo le pido que si me responde, sea sincero. Si usted estuviera en un cargo importante de gobierno, y tuviera la posibilidad de meter la mano en “la lata”, ¿no la metería?”.
El vehículo seguía circulando por las calles de Buenos Aires. Después de un par de minutos, me respondió: “La verdad, usted tiene razón. Yo haría lo mismo que los que nos gobiernan”. Entonces aproveché para contarle que yo también antes robaba en el comercio donde trabajaba, pero que Cristo un día llegó a mi vida y me hizo un hombre nuevo.
Los argentinos necesitamos arrepentirnos de todos nuestros pecados, especialmente de “la viveza criolla”, de la “piolada”. Necesitamos un arrepentimiento nacional y personal.
¡Jesucristo es la única solución de fondo para nuestra amada y dolida Argentina!