Templos habitados
La interioridad
sin el Espíritu de Dios
es sólo una serie interminable
de cuevas vacías
recorridas por fantasmas
deshilachados y etéreos…
Figuras vagas, difusas,
inmateriales, evanescentes,
que aparecen en forma
de pensamientos y sentimientos
encontrados y confusos.
Desconcertantes criaturas
de las tinieblas
que se esconden
en nuestros recovecos internos
y lo mismo se presentan
de pronto
que se desvanecen
de repente.
Furtivos instrumentos del mal
en procura de reinstalarnos
la oscuridad adentro.
Nuestra interioridad es,
muchas veces,
un templo vacío
donde los propios pasos
resuenan tétricos
en la semipenumbra.
Y nos sobrecoge
una sensación de soledad.
Señor, líbranos
de esos pliegues del alma
donde encuentran
escondite y refugio
nuestras inclinaciones
carnales y mezquinas
y las seducciones
del maligno.
Sólo tú, oh Dios,
nos salvas de nosotros mismos,
cuando tu Espíritu,
tu misma presencia,
nos inunda e invade
nuestros rincones más secretos.
Y nos transforma
en templos habitados
por vida y luz.
Silvia Palacio de Himitian 10 de octubre de 1999
(Incluido en el libro Un lugar más allá)