Nosotros no podemos elegir las circunstancias en las que nos toque vivir. No podemos elegir nacer ricos o pobres, ser argentinos, franceses o chinos, tener una vida rodeada de circunstancias apacibles o tormentosas. Nos tocan circunstancias dadas sin nuestra elección o consentimiento. Pero lo que sí elegimos es nuestra respuesta a esas circunstancias. Y esa respuesta elegida por nosotros condiciona nuestro futuro y nos va marcando el camino. De tal modo que nos volvemos, en cierto modo, artífices de nuestro destino. Cuando elegimos reaccionar con sabiduría y paz, no solo respondemos ante esa situación, sino que marcamos un rumbo. Uno elige no odiar, no devolver mal por mal, no enojarse con la vida, no culpar a otros y deprimirse. Decide esforzarse, perseverar en la fe, soportar las situaciones difíciles y las aflicciones, caminar en la verdad, seguir la honestidad, ser generoso. Y elige amar. Amar a los otros por encima de uno mismo.
Todo eso marca un rumbo para la vida. Y cambia las circunstancias. Lo que somos marca el cambio. Por eso es muy importante elegir bien, sin comprometer nuestros principios, nuestra fe o nuestra conducta. Eso le agrada al Señor y él se ocupa particularmente de los que lo agradan a través de sus elecciones.
Silvia Palacio de Himitian








