En esa profundidad del alma
donde recala la soledad
y se asoman furtivos
los miedos y las incertidumbres…
Donde nacen, se abrazan,,
y casi siempre mueren
los anhelos más intensos y callados
(aquellos que ni siquiera se pronuncian…)
Donde asfixia el dolor
de la incomprensión,
y muerde el más agudo
de la indiferencia…
Donde yo soy yo y no pretendo
ser distinta:
ni más buena, ni más noble…
¡ni más nada !…
Donde las lágrimas caen
sobre el corazón dolido
por la ingratitud cotidiana,
por la insolencia, por la burla,
por el menosprecio frío…
Es allí donde te encuentro,
mi dulce amigo.
Y desde mi abismo surge tu voz…
y tu presencia serena
que equilibra mis entrañas,
que me invade… que me llena…
Tu calidez apacible
se hace río. Y me inunda.
Y tu nombre
se va subiendo a mis labios
para volverse susurro…
Sé que estás ahí.
¡Siempre estás ahí!
Sólo tú conoces los profundos
abismos de mi alma.
Y sin embargo te quedas…
y me abrazas…
y me vuelves a recoger hacia ti,
mi dulce Jesús…
Silvia Palacio de Himitian
Octubre de 1993








